En el año 2021, Netflix dio un paso que muchos no supieron entender. En plena guerra con otras plataformas por conseguir mejores acuerdos con las productoras y crear contenidos exclusivos de series y cine, la empresa californiana se lanzó a ofrecer videojuegos dentro de su catálogo. Bien es cierto que Netflix era la número 1 entonces; pero algunas de sus competidoras le pisaban los talones y esta jugada no fue tomada muy en serio, ni por ellos ni por el público en general, además de resultar arriesgada.
Es algo difícil saber si aquel movimiento fue un auténtico éxito y si tiene que ver con que la empresa de la gran N siga siendo líder en el mercado del streaming. Hay que señalar que su oferta de juegos ha seguido creciendo y que las descargas empiezan a mostrar números de interés. Pero, probablemente, no supimos calibrar la estrategia de la empresa al hacer esta innovadora apuesta. Sin saber exactamente en qué pensaban sus directivos, lo cierto es que podemos acercarnos mínimamente a sus intenciones.
Todo parte de una idea simple, pero que no todos han tenido en cuenta: el tiempo del consumidor es limitado, y debe repartirlo para disfrutar del ocio digital, una de las actividades más en auge para el tiempo libre. Por tanto, una plataforma de contenidos audiovisuales no sólo compite con otra de las mismas características; también debe tener en cuenta que un usuario puede dejar de ver sus series o películas para ver vídeos en YouTube, para jugar a un videojuego o para interactuar en sus redes sociales.
También para visualizar una retransmisión en directo en Twitch. Eso sin olvidar otras tantas opciones que forman parte del entorno digital actual, como los juegos disponibles en el online casino, al que muchos usuarios acuden por su mayor accesibilidad y privacidad en comparación con la modalidad física. En definitiva, una enorme cantidad de posibilidades a las que puede dedicar su tiempo cada potencial cliente. Y, aunque lo que vamos a afirmar sea insultantemente evidente, no es menos cierto: si uno está haciendo una cosa, está dejando de hacer otra.
Probablemente, Netflix se quedó impresionado con las cifras del sector de los videojuegos: un mercado cuyo valor supera los 250.000 millones de euros. Y no lo vio sólo como una oportunidad de negocio en el que participar, sino también como un tipo de entretenimiento que querría tener, al menos parcialmente, “bajo su ala”. De tal forma, que sus suscriptores no tuviesen que dejar la plataforma para disfrutar de otra de las opciones del ocio digital. Una idea muy innovadora, aunque, si lo pensamos bien, no es tan original.
Uno de sus máximos competidores es Prime Video que, como muchos sabrán, forma parte del conglomerado de Amazon. La empresa líder en comercio electrónico decidió que podía ofrecer algo más a sus clientes: una plataforma de streaming para fidelizarlos (al principio gratis y, después, por un precio muy reducido). Prime Video es, actualmente, la segunda plataforma con más suscriptores (más de 200 millones) y es un perfecto ejemplo de cómo la sinergia entre dos servicios diferentes puede ser todo un éxito.
No por ello debemos criticar la estrategia de especialización de otras plataformas, especialmente, en casos como el de Disney+, cuya marca ya lleva asociada una extensa y variada actividad empresarial. El ejemplo de Max es paradigmático, pues su principal objetivo es el de englobar la máxima oferta audiovisual, ya sea a través de series y películas, como mediante espectáculos deportivos y algunos eventos en directo.
Sea cual sea el caso, todas estas plataformas pueden acabar teniendo un enemigo común si finalmente el Metaverso acaba siendo una realidad, ya que englobaría gran parte de las actividades del ocio digital en un único entorno. Eso sí, actualmente, hoy esto suena a ciencia ficción, puesto que las novedades sobre este proyecto son muy limitadas. Por lo pronto, deberán seguir luchando entre ellas y, además, con otras tantas opciones online que atraen la atención de los usuarios en el día a día.