Un total de medio centenar de naves y satélites despidieron su actividad en 2013, ya sea porque su vida laboral debía terminar, porque su combustible se acabó o por fallos técnicos.
Una de las despedidas más destacadas fue la de la nave espacial Kepler de la NASA, lanzada en 2009, que sufrió un problema con una de sus cuatro ruedas de reacción, los dispositivos que mantienen la nave correctamente posicionada en el espacio. Este fallo, que a simple vista no parece importante, impide a Kepler observar con la precisión necesaria que requiere la misión que se le había encomendado: buscar planetas fuera del Sistema Solar.
Sin embargo, lo ingenieros están llevando a cabo un plan para este telescopio (que ha costado 600.000.000 dólares) que le permita seguir buscando nuevos mundos, reduciendo al mínimo la deriva de la nave en su órbita alrededor del sol.
Los mismos años que Kepler ha durado el observatorio Planck de la Agencia Espacial Europea (ESA), cuyo objetivo era escanear la radiación cósmica de fondo de microondas del Universo, la luz más antigua del cosmos. En realidad esta nave tenía que terminar su misión este año, aunque la mayoría de los aparatos sobreviven durante más tiempo. En el caso de Planck, la nave cumplió con su cometido y se apagó para siempre. Antes de ello ‘entregó’ el mapa más completo de la radiación de fondo de microondas y ayudó a refinar los cálculos de los cosmólogos sobre la edad del Universo, empujándolo 100 millones de años, hasta los 13,82 mil millones de años de edad.
También de la ESA es otro telescopio que cerró sus ojos en 2013 después de cuatro años de trabajo. El observatorio espacial Herschel puso fin a su vida ‘laboral’ después de haber agotado todo su suministro de helio criogénico –utilizado para mantener frío su equipamiento– el pasado mes de abril. «Es como decir adiós a un amigo», ha señalado a ‘Space.com’ la gerente de operaciones de la ESA para esta misión, Micha Schmidt.
A Herschel se le atribuye el descubrimiento de fuentes enormes de vapor de agua en los discos de polvo y gas alrededor de las estrellas jóvenes. Los científicos creen que el vapor podría ser responsable de la siembra de los océanos en planetas como la Tierra.
Despedida de satélites
También se han sufrido destacadas pérdidas en lo que se refiere a satélites. El mayor suceso en este sentido es el vivido por el cohete ruso Protón, que se estrelló poco después de su lanzamiento en julio y, con él se destruyeron tres satélites de navegación por valor de casi 200 millones de dólares. Los tres satélites iban a formar parte de la red de navegación GLONASS, el equivalente ruso al sistema GPS de Estados Unidos.
Además, este accidente ha causado mucho daño a la imagen de la agencia espacial rusa, Roscosmos, ya que se trata del quinto fracaso registrado en un lanzamiento de este tipo de cohete entre 2010 y 2013. En dos casos se produjo una explosión, mientras que en el tercero, el cohete no llegó a colocar el satélite en la órbita prevista.
No hubo accidente en el caso de GOCE, de la ESA, aunque en un principio la alarma saltó en la sociedad ya que, el satélite iba a caer en la Tierra tras finalizar su combustible, pero no se sabía exactamente donde acabaría. Finalmente, GOCE atravesó la atmósfera terrestre a principios de noviembre y cayó sobre el Océano Pacífico occidental, sin que se informara de daños en ninguna de las áreas. La ESA apuntó que gran parte de las piezas del satélite se desintegraron con el roce con la atmósfera.
EP