La desintegración en la atmósfera el pasado 16 de mayo del satélite mexicano Centenario propulsado por el cohete Protón-M ha sido el último fracaso espacial de Rusia.
Diez días antes de ese incidente otra nave rusa, la Progress, también desapareció en la atmósfera tras volar sin control durante horas al intentar llevar suministros a la Estación Espacial Internacional.
Unos fallos que han forzado al Parlamento ruso a reformar el sector.
“El sector espacial es un componente esencial de nuestro desarrollo económico y social. Es un asunto de honor que Rusia vuelva a ser la primera potencia espacial del mundo”, decía el viceprimer ministro ruso, Dmitry Rogozin.
El objetivo de Rusia es transformar la agencia espacial Roskosmos en una empresa pública, aumentar los salarios de sus trabajadores y luchar contra la corrupción. Unas medidas que se unen a las primeras conclusiones de la comisión de investigación que saldrán a la luz este viernes.
“Creo que el principal problema es de recursos humanos. Y me refiero a todos los niveles, empezando por los que toman las decisiones, hasta los que manejan los componentes espaciales antes del lanzamiento”, apuntaba el experto en el sector aeroespacial Konstantin Kreidenko.
Con estas medidas, Rusia intenta mantener su posición privilegiada en la carrera espacial tras el cese de los transbordadores de la NASA. Pero deberá actuar pronto ya que la agencia espacial estadounidense ha anunciado la concesión a la empresa SpaceX y a Boeing de un contrato millonario para transportar desde 2017 a astronautas estadounidenses.